lunes, 12 de enero de 2009

Hoy peor que ayer

No recuerdo con exactitud la fecha, pero en Madrid hacía casi el mismo frío que hoy. A la entrada del acto había una gran expectación. Muchos de los asistentes (casi todos empresarios) nos arremolinábamos en corrillos comentando el desastre del gobierno socialista que llevaba muchos años ya en el poder, el hartazgo de la corrupción que no acababa nunca o la mala situación económica que, debido a un incesante incremento del gasto público había entrado en recesión unos pocos años antes, y no parecía que pudiera remontar...
Cuando el orador se acercó al estrado, solamente llevaba unas cuantas notas. Empezó su discurso resumiendo, desde el punto de vista económico y fiscal, los catorce años de gobierno socialista, para pasar después pasar a exponer propuestas de cambio. Con una nueva formulación del funcionamiento del Estado en materia económica: liberalización de sectores, menos intervencionismo, más competencia y mejora de la competitividad. Reforma fiscal, con rebaja en la tarifa del IRPF y simplificación en la gestión del mismo. Y más simplificación de todas las normas sobre las PYMES, eliminando trabas administrativas, hasta entonces determinantes en muchos casos.
A la salida, mucha gente comentaba satisfecha lo bien que había estado el orador, con un discurso entusiasta, maduro y preciso. Incluso los más exigentes con los políticos - gestores (entre ellos mi padre, que aquel día me acompañaba y al que yo cariñosamente llamaba en ocasiones "el auténtico tecnócrata de derechas") dieron su aprobación al discurso, lamentando que mucha gente no cayera en la importancia del mensaje transmitido aquella tarde - noche. Había esperanza e ilusión en el futuro.
Era el invierno de 1996, justo antes del comienzo de la campaña electoral de las Elecciones Generales. El orador era Rodrigo Rato, en un foro de empresarios en Madrid.
Ahora, trece años después y aunque parezca mentira, nos encontramos ante uno de los peores escenarios económicos posibles. Con más de tres millones de desempleados, metidos de nuevo en la vorágine de la recesión, y sin que por el momento podamos avistar el túnel de salida. Con un gobierno agotado y una oposición renqueante.
Al leer esta mañana la columna de McCoy en ElConfidencial sobre la transposición de la Directiva Europea sobre prestación de Servicios, no he podido evitar acordarme de aquel invierno de 1996. Y es que por increíble que resulte, la incorporación de esta norma de obligado cumplimiento al ordenamiento jurídico español requiere la modificación de no menos de 7000 normas...con todo lo que ello supone en tiempo y recursos. Y teniendo en cuenta además que esta directiva supone un aumento de la competencia y por ende, una mejora de la competitividad. Y que el sector servicios representa más del 65% del PIB español.
Y es que, lamentablemente, en estos últimos tiempos hemos pasado del infinito al menos infinito, sin parar en el cero.

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